Estoy a las puertas de un nuevo paseo comidista. Qué nervios.
Mi primer viaje en avión desde febrero de 2020. Mi segundo breve paseo comidista por Italia. Mi anhelo porque no sea el último. Cada vez que me acerco a este país siento que su gastronomía da para todo lo que se quiera gozar y escribir.
A ver qué sale.
El contexto
Laura me propuso hace un par de meses que fuera su acompañante en su incursión profesional en la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia que, en esta edición, volvía a celebrarse de forma presencial. Me pareció un gran plan, lie a Alber y fuimos los tres.
Igual no hubiese conocido Bolonia sin ser por esa razón. Parece que hay otras ciudades o áreas de Italia que, de entrada, son más llamativas. También espero llegar a conocerlas. Sin embargo, creo que es más que recomendable visitar Bolonia. Tiene vida, es alegre, callejera, sabia, bonita, cultural,
joven, antigua, reivindicativa, patrimonial y disfrutona. Me ha encantado. Ahora mismo hay vuelo directo desde Santiago y os voy a dar la brasa para que vayáis.
Además, también hicimos una miniexcursión de un día por Florencia y pudimos abraiarnos que es la palabra que mejor define coloquialmente en Galicia el síndrome de Stendhal. Florencia juega en una liga diferente del arte, la arquitectura, la belleza y la cultura y yo no soy capaz de plasmarlo por escrito.
Además, sé que no he venido aquí a hablar de palpitaciones causadas por Boticelli, Brunelleschi, Michelangelo y demás Tortugas Ninja aunque las hubiere, sino de una visión más terrenal de los sentidos y el placer.
Qué j********** bien hemos comido.
Aquí podría parar y sería un acertado resumen, pero para aquellas personillas que queráis curiosear, os dejo mi relato. Como han sido poquitos días, voy a optar por el orden cronológico, a ver qué tal funciona.
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Antes del avión nos despedimos del barrio, no fuera a ser que no volviéramos
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Sábado 19
Cena. Mientras esperábamos al señor del apartamento decidimos tomar contacto con el lugar y picotear piadina de scamorza y prosciutto con una Moretti en el bar de abajo. Después salimos a cenar, era tarde y tras de intentarlo en varios lugares, acabamos teniendo un huequito en la Pizzeria Ristorante Victoria. Parece que los sábados, en general, hay que reservar. Esta noche no hubo nada destacable, pedimos dos pizzas que estaban bien, correctas y el postre de la casa que resultó ser un merecumbé de tarta de limón, profiteroles y nata. El sitio era bien curioso, bonito con detalles rozando lo kitsch y nos sirvió para ponernos en contacto tibiamente con la ciudad.
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Pizzas de bienvenida, bienvepizzas
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Todo y nada a la vez
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"Sensilla" y discreta
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Domingo 20
Desayuno. Por la mañana pronto cogimos el tren para ir a Florencia y fue todo tan rápido que nos hallamos en Florencia sin desayunar. Ayuno intermitente obligado. Tras ver Santa Maria Novella decidimos que no podíamos más. En una pequeña cafetería antes de llegar al Duomo pedimos café y un tentempié. Laura dulce y nosotros salado. Un cornetto (la versión italiana del croissant), un hojaldre y una especie de focaccia/bocadillo que estaba bien.
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Desayuno psicodélico
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Comida. Merodeamos por las inmediaciones del Mercati de Sant'Ambrogio para comer, pero como era domingo la zona no estaba muy animada. No demasiado lejos encontramos la Trattoria Cesarino que tenía una terraza estupenda y estaba esperándonos claramente. Acertamos. En una bonita terraza acristalada nos recibieron con un prosecco de cortesía, vino blanco ligeramente espumoso.
De antipasti (entrantes) pedimos una tabla de quesos donde nos ofrecieron mozzarella y tres curaciones de parmigiano reggiano (poco curado, semi y curado) acompañados de miel y mermelada de naranja.
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Un queso, dos quesos, tres quesos, y hasta la luna que es un globo...
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Como platos principales pedimos risotto de alcachofas que venia cubierto con un velo muy fino de una especie de tocino (lardo) de un denominación de origen de cuyo nombre no quiero acordarme, gnocchi con calabaza y trufa negra fresca (gnocchi alla zucca gialla e tartufo nero fresco) y una lombatina (lomo) de ternera con alcachofas (carciofi) fritas en tempura. Cualquiera de los tres platos, estaba realmente bueno. Nos gustan las alcachofas :D
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Lombatina alla aquerello, plato de la artista
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Ñoquis naranjas con trufa, plato del no artista
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El tocinillo era muy sutil
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Merienda gelato. Tras un par de horas apampando en la Galería Uffizi recobramos fuerzas tomando un helado en la ribera del Arno con el Ponte Vechio de telón. Muy cremoso, muy rebueno, muy bucólico. Los tres pedimos chocolate (diferentes tipos) con algo más. El mío no era un helado frío, le pasó a Laura al día siguiente, sino una especie de "mousse" semifría. Tengo que averiguar qué es esto.
Cena. No pudimos coger el tren que queríamos para cenar en Bolonia y tuvimos que cenar en Florencia cerca de la estación, en el primer lugar en el que encontramos sitio.
Fue interesante probar la ribollita, plato tradicional de la cocina toscana. Ribollita quiere decir hervida dos veces y por lo que he estado averiguando es un plato de origen humilde: una sopa densa de pan, legumbres y verduras de la que se hacía una buena cantidad —en cocina de leña y recipiente de barro— para ir comiendo los días sucesivos.
No me pude acabar la cazuela de ribollita aunque me sirvió para su cometido, entrar en calor en el final del invierno "toscanés".
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"Rebollita" me he quedado después del viaje
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Alber tomó pici con polpette (una pasta tipo spaguetti, pero de mayor calibre, con albóndigas) siendo él mismo su dama y su vagabundo y Laura se animó con un clásico, ravioli burro e salvia.
Esta "salsa" no será la última vez que salga. Es una de esas
combinaciones que funcionan. Chocolate y naranja, aceite y pimentón,
mantequilla y salvia.
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Burro e salvia siempre es bien
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Las polpette de mi papá están más güenas
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Lunes 21De nuevo en Bolonia, entra en juego el mapa de Anna Mayer aka Panepanna. Sin esta guía el viaje hubiera sido otra cosa y, presumiblemente, otra cosa peor. Tuvimos la inmensa suerte de que en las semanas previas al viaje, con nuestros vuelos ya comprados, Anna publicó en su newsletter de suscripción P/aNNa Comer en Bologna: qué, cómo, dónde. Con lo útil que nos ha sido y sabiendo que tiene y tendrá mapas de otras ciudades italianas os recomiendo que os suscribáis. Además del mapa, adjunta un listado en pdf con los lugares recomendados, enlaces y una breve descripción clasificados por categorías (comer / café, helado y pastelería / compras).
A partir de este momento, fuimos casi exclusivamente a los sitios recomendados en el mapa y tuvimos un 100% de aciertos.
Desayuno. Cerca de nuestro apartamento estaba el local de calle Galliera de Forno Brisa, un horno y despacho de pan llevado por gente joven, con buen producto y cuidado en todo el proceso, desde origen de la harina hasta la divulgación. Desayunamos cornetto normal y relleno de crema y nos llevamos para el camino un pan stirata bianca al oglio que estaba buenérrimo.
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"Fanculo la dieta" es uno de sus lemas, suscribimos
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Comida. Fue el día que escogimos para probar alguno los clásicos de la cocina de la región de Emilia-Romagna y Grassilli —un restaurante de toda la vida al que habría ido Juan Echanove, con fotos de cantantes de ópera en sus paredes— nos pareció un buen lugar.
Bologna es el lugar para comer pasta fresca y los tagliatelle son la pasta fresca boloñesa por excelencia. Además, es la pasta que normalmente acompaña al ragù. Ragù alla bolognesa es el nombre para lo que aquí conocemos como "salsa boloñesa", pero bien. Un guiso que comienza con su sofrito (el sofrito italiano por excelencia lleva zanahoria, apio y cebolla), carne, vino, leche y tomate cocinado lentamente hasta la sabrosura.
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Probablemente la foto más triste de la historia de unos tagliatelle al ragù
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También probamos los tortellini in brodo, que son unos tortellini pequeños cocidos y servidos en un caldo sustancioso de ave. Fue, posiblemente, mi descubrimiento preferido de todo el viaje. Los tortellini pequeñitos también se llaman tortellini al mignolo porque se forman alrededor del meñique. De todo esto también os enteráis en la newsletter de Panepanna.
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¡Tengo que repetirlo ya!
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Sfoglia Rina, local top de venta de pasta fresca en Bologna, siempre hay cola, no pudimos ir
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Orientación de precios en Sfoglia Rina
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Merienda. Para merendar compramos en una frutería un par de naranjas tarocco sicilianas que estaban absolutamente excelsas. Para conocer más de estos cítricos (y otros muchos) os recomiendo leer el libro El país donde florece el limonero de Helena Attlee. Una auténtica delicia, las naranjas y el libro.
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Del Etna a la palma de mi mano, naranja sanguina tarocco
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Merienda gelato. Tras haber subido los 498 escalones [cita requerida] de la Torre Asinelli nos merecíamos el helado del día. Los tomamos en la Cremeria la Vecchia Stalla. Nos pusimos de acuerdo para que nadie repitiera sabor y poder hacer cata. Yo pedí mi acierto seguro en helados: avellena (del Piamonte) con limón. De las tres que heladerías que probamos en el viaje, esta fue mi favorita.
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Amor helado
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La imagen de la felicità
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La imagen de la cremosità
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Cena. Sí, todavía teníamos hambre. Aprovechamos la nocturnidad para conocer el barrio de Bolognina, curiosear por el Mercato Albani y cenar y beber algo en Fermento. Es un sitio de platos sencillos y bocadilos, un bar hipster con buen ambientillo, juegos y gente charlando, muy agradable. Probamos una focaccia y un bocadillo de una combinación super buena y sorprendente (champiñones laminados crudos, puerros confitados, tomate seco en aceite, avellanas y gorgonzola). Nos jalamos uno sin sacar foto porque teníamos hambre y un segundo, sin sacar foto también, porque éramos felices.
Martes 22
Desayuno. De camino al centro volvimos a parar en Forno Brisa y probamos un bollo con trocitos de chocolate, pangocciolo. Aprovecho aquí para decir que no me proclamo en alabanzas del café italiano porque yo no consumo, pero mis compis de viaje estaban muy contentos.
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Necesitamos más días en Forno Brisa
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Comida. Este día nos pilló por la zona del Mercato di Mezzo.
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Puestos verduriles: radicchio (achicoria), friarelli (algo similar al grelo), carciofi... en Italia hay muuuuchas variedades chachis
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Es una pena que traerse pasta fresca como recuerdo no parezca la mejor de las ideas
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Teníamos curiosidad por conocer un sitio de la guía llamado la Osteria del Sole. Es una taberna de vinos, antigua, en la que solo sirven alcohol. Las instrucciones que teníamos eran "la comida te la llevas tú que les parece estupendamente".
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Local enxebre
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Entramos tímidamente, sin comida, pedimos un prosecco y observamos. Viendo que el panorama era tal y como nos habían contado —los clientes entraban con sus viandas— y que con el estómago vacío nos íbamos a poner peneques, me acerqué a un puesto del mercado y nos compré comida para llevar.
Volví a la Osteria con mi bandejita de tortelloni recién cocidos. Los tortelloni son el primo de Zumosol de los tortellini. Estos estaban rellenos de ricotta y espinacas y, de nuevo, con salsa de mantequilla y salvia. También compré tres arancini. Los arancini son una receta siciliana —una suerte de croquetas de arroz— que no pintaban nada aquí, pero yo ya llevaba un vino encima y había dejado a mi compañía persistiendo en lo de ponerse peneque. No tenía criterio al 100%.
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Prosecco y lambrusco, influenciados por el Baco de Caravaggio de Florencia |
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Todo por el arte
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En la Osteria pudimos observar con curiosidad antropológica la celebración láurea de dos recién graduadas italianas con su famiglia y amistades. La gran tropa llegó y mientras unos pedían botellas de vino, el resto sacaban de bolsas de rafia todo su despliegue comídistico (porchetta, encurtidos, quesos, panes, mortadella, fiambres varios) y montaban un opíparo festín celebratorio.
Intentaron cantar dottore, dottore —la canción pegadiza que se canta en las graduaciones italianas—, pero en el local estaba prohibido cantar y soñar. No pudieron entonar, pero soñar, pudimos soñar.
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Fotografiando de refilón el ambientillo
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Una vez fuera de la taberna, fuimos en busca de un postre y compartimos un cannolo de la pastelería Gamberini. El cannolo en cuestión se me cayó al suelo en un alarde de torpeza, pero por todos es bien sabido que si el alimento pasa menos de cinco segundos en el pavimento, no se contamina [cita requerida].Los cannoli son también un dulce siciliano, una masa frita "cilíndrica" rellenable de queso ricotta y con algún adorno en forma de pistachos, ralladuras de cítricos, etc. Sé que Bologna no es el sitio para comerlos, peeeero, tampoco se tiran al suelo. Me tendréis que llevar a Sicilia.
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Cannolo rescatado, cannolo feliz
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Merienda y merienda gelato. Repetimos lo de merendar naranjas sanguinas (compradas en otro lugar y menos buenas que el día anterior) y nos tomamos un helado esperando a Laura en la Gelateria Majori. Probé el helado fior de latte, la madre de todos los helados, el sabor base sobre el que construyen los demás. Y cabría preguntarse si hacen falta todos los demás. Y luego cabría responder que sí.
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Fior di latte e fragola (fresa)
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Cena. Quisimos despedirnos de Bologna cenando en Piazza Aldrovandi, una plaza muy agradable con buen ambiente. Nos sentamos en una terraza a tomar un Aperol Spritz y las únicas sillas libres estaban en Ofelia (este lugar no está en la guía). Ofelia es un puesto vegetariano y nos venía muy bien algo de verdureo. El camarero nos montó un aperitivo con sus sugerencias y probamos una friittata de pasta con verduras, una cosa que no supimos nunca que fue y brécol cocido realmente bueno —lo del brécol no lo visteis venir, decid la verdad—.
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Prueba testimonial del brécol cocido
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Luego fuimos a pedir a otra caseta, I Panini di Miro. Es un sitio especializado en panini y piadinas con un pan realmente bueno. Compartimos unos panini de porchetta (cerdo asado) con dos combinaciones de diferentes verduras y quesos (pecorino con cebolla caramelizada y berenjena con salsa calabra) y nos los comimos felizmente los tres juntos sentados en un banco de la plaza bajo la luna.
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PorchettiAMO
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Fue la mejor de las despedidas.
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Las casetas de Piazza Aldrovandi
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Tres personitas felices
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Para finalizar este paseo comidista quería añadir unas pinceladas sobre compras. Nos trajimos diferentes regalitos para no ser egoístas. Viajaron en la maleta Mortadella de Bologna con IGP, avellanas del Piamonte, alcaparras saladas y unas galletas de mantequilla. Diréis, pues vaya combinación, pero cada regalo estaba pensado. También tuve una tragedia con unos botes de passata y un facturamiento de maletas que no pudo ser por culpa de una persona incompetente del aeropuerto, pero es una historia que no contaré porque pese a su dramático final, no empañó todo lo demás.
Queda aquí descrito casi todo lo que degustamos, pero nos faltaron muuuuuuchas cosas de la lista:
- Otros alimentos típicos como tigelle, crescentine, cotoletta...
- Un montón de locales interesantes de la guía sin explorar, osterias, trattorias, ristorantes...
- Nuevos sabores de helados, pastas, fiambres, dulces, quesos...
- Tiendiñas y puestos de mercado donde gastarse los dineros y disfrutar de la oferta de colores y sabores, libros, artistadas, utensilios...
Con lo cual no me queda más remedio que volver para seguir constatando que los tres sobrenombres de Bologna, la dotta, la rossa y la grassa, están más que requetebien puestos.
¿Quién se viene conmigo?
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Más locales para visitar y aprender
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Puestos de verdureo por cualquiera de los sorprendentes soportales de Bolonia
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Bologna callejera
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No pudimos probarlo todo |
PD. Gracias a Laura por llevarnos, por su alegría contagiosa y por documentar bien el proceso gráficamente. Sin ella no habría post ni viaje. Gracias también a Alber por, como siempre, ponerlo todo tan fácil :)