Mi primer juguete para Simón, unos tomatitos cherrie de peluche :D |
A lo largo de los años, este espacio se ha convertido en una suerte de diario de vida a través del hilo conductor de la comida. En estos momentos buena parte de mi vida, intento resistirme a que sea la totalidad, está centrada en el pequeño ser que me acompaña desde hace tres meses. De esa atención que le presto, la alimentación se lleva la mayor parte.
Se dan, pues, dos circunstancias: tengo un espacio donde escribir de "cocina" y ganas de dejar por escrito mi experiencia durante este tiempo de lactancia. Blanco y en botella. Leche. ¿Habíais olvidado mi sentido del humor?
Vaya por delante que os voy a contar reflexiones y pensamientos, no toméis nada como consejo pues soy novata en esto aunque a veces me salga la vena pedante. Para cualquier pauta o consulta sobre el tema os recomiendo buscarla en vuestro personal sanitario de referencia (pediatras, matronas, logopedas), asesoras de lactancia y en toda la bibliografía que hay al respecto. Es posible que si yo hubiera leído algo más, me hubiese compungido menos.
Falta Alba Padró, pero lo tengo en el Kindle |
Aclaro también que nos ha tocado criar en los años veinte del siglo XXI donde los bebés duermen boca arriba, existe el calzado con buenos modales, acumulamos artefactos y enseres por encima de nuestras posibilidades, el azúcar es el mal y filosofamos con el uso de pantallas. Creo que la constante universal es que cada generación intenta hacerlo lo mejor posible con la información de la que dispone.
Vais a leer una entrada muy descriptiva que seguramente no os interese lo más mínimo. Se quedará para que yo la lea de viejita y sonreír, para avergonzar a mi hijo como buena madre y, quien sabe, quizás alguna persona se reconozca en alguna de sus partes.
Prometo nuevas recetas golosonas para compensar :)
El previo
Cuando llegas a esta edad donde comienzan a brotar criaturas alrededor, oyes/escuchas hablar sobre lactancia. Tengas o no interés. Benditas amistades que no tienen descendencia y soportan estos temas. El debate biberón versus pecho se hace presente. En mi caso, además, me ha fascinado siempre leer las peloteras que se montan en redes sociales por este tema.
He tenido casos cercanos que me han hecho ser consciente de la frustración y los malos ratos que supone querer dar el pecho y no poder, el duelo pertinente, el sentimiento de culpabilidad o la falta de recursos. También del sacrificio que supone sacar una lactancia materna adelante. Aún tengo pendiente conocer un caso fácil, que habelos, hailos.
Nuestra idea era que yo intentase dar el pecho porque es la recomendación de la OMS y blabla, por nuestra salud, porque ayuda a recuperarse de los kg del embarazo (si voy a contar cosas, pues las cuento todas) y, además, me apetecía.
También sabía que, si al final había dificultades, la crianza con leche artificial
funciona, es bonita, compartida, crea vínculos y apegos estupendos y
peques igualmente saludables, felices y pizpiretos. La pequeña Maia y
sus padres son el ejemplo de como hacer las cosas sensatamente y bien, que no implica que el camino haya sido fácil.
Creo que en el tema
lactancia materna se da un complicado equilibrio entre que el bebé es
compartido y hay decisiones comunes, pero es mi cuerpo el que da leche y
las sensaciones que derivan de ello son individuales. Aprovecho ya para agradecer a Alber
su total apoyo y respeto en todo momento a lo que he ido pensando y
sintiendo. Sin él, todo habría sido más difícil. En la lactancia y en la vida.
En definitiva, había leído un poco y escuchado mucho y estaba mentalizada de que podía no conseguir dar pecho. Está feo que yo lo diga, pero soy una persona tranquila, sensata y con media neurona disponible como para tener capacidad crítica. Y, aún con estos mimbres, lo he pasado bastante regular.
La única teta que vais a ver en este post |
Parto y hospital
Llegó el momento del parto. Desde el inicio de mi embarazo (reproducción asistida) no ha habido nada "natural". Me ingresaron para inducir en la semana 40. Jugué a todos los palos, natural, con epidural y acabó en cesárea de urgencia en la madrugada.
En quirófano pude tener un ratiño de piel con piel son Simón mientras me cosían. Luego estuvo del mismo modo con su padre. Respetando mi plan de parto y nuestra voluntad de lactancia materna no le dieron de comer, esperaron a que yo volviera de reanimación y me lo pusieron al pecho. Esa noche, la matrona me acompañó durante la toma, enseñándome. El bebé lo puso fácil, en su instinto está engancharse y se enganchó. Me dijeron que tenía que estar contenta, que había ido bien. La sensación fue bonita porque era pequeñito y allí estaba, acurrucado, pero aunque no me dolió, me quedó una molestia extraña tras la toma. Me quedé mosca.
Al día siguiente seguí dando pecho desde mi inexperiencia de madre de un día. Toma tras toma fui teniendo más dolor hasta acabar con grietas y heridas. Creo que fue el segundo día cuando me recomendaron usar pezoneras para sobrellevarlo, las puse mal varias tomas hasta que una enfermera me enseñó. Mejoró, pero poco.
Me dijeron que posiblemente esas pezoneras eran pequeñas para mí —spoiler, no— y enviamos a mi padre a buscar por farmacias y tiendas de bebés, mientras nosotros buscábamos por internet. No había más tamaños. Si yo ya tenía un complejo con mis tetas, eso no ayudó.
Nos dijeron que el bebé tenía un frenillo evidente que podía estar interfiriendo. La pediatra comentó que no se podía cortar, que había que hacer cirugía y que allí eso no se hacía. Menos mal que era un hospital y no la pescadería del barrio.
Por nuestra habitación pasaron matronas y enfermeras intentando ayudar. Hubo un momento que estaban cinco personas valorando mi lactancia, observándome los pechos. Soy bastante pudorosa y aunque acabas "apechugando" con la falta de intimidad, pues no deja de ser desagradable.
Anécdota. En un momento se acercó una matrona que casualmente tenía el pecho muy voluminoso. Con mi bajón hormonal y con toda la autoestima por el suelo pensé que me la enviaban a mí por también tener las tetas grandes, que era la "especialista de talla". Evidentemente, no sucedía tal cosa. La mujer acudía por su conocimiento, independientemente de su fisionomía, pero tal es el estado mental. De hecho, ella se acercó posteriormente para reconocerme que en el hospital solo me hablaban del problema (el frenillo), pero no me daban solución. Fue la primera en darme una recomendación de asesoramiento fuera.
Aunque hemos oído que la lactancia es a demanda, los primeros días tiene que ser a "oferta". Hay que ofrecerle el pecho activamente y si es preciso despertarlo. La tercera noche el peque durmió más, nosotros estábamos agotados y lo aprovechamos, ofreciendo menos veces de las que deberíamos. Resulta que Simón dormía porque estaba en modo ahorro energético por no comer y no éramos conscientes. Eso te genera culpa.
Con ese escenario el niño no comía bien y perdió de peso por debajo del umbral establecido (el 10% tras el nacimiento). Tuvimos que empezar a suplementar con leche de fórmula y no nos importó porque lo primero es lo primero. Para no perder la lactancia materna comenzamos con el método dedo jeringa, intentando combinar leche artificial con el poquito calostro que era capaz de extraer.
Finalmente, el penúltimo día dejé de ofrecer el pecho. No lo llevaba bien, ni mental ni físicamente, dolía. Seguimos con las jeringas y me consolaba pensando que en casa sería más fácil.
La última noche fue la peor. El pediatra de ese turno nos comentó que el sodio estaba alto, tenía calambres y eso ya eran palabras mayores. Nos lo dijo con serenidad, pero grave. Que tenía que comer y que si no había subido de peso a la mañana siguiente, lo ingresaban. Esa noche nos pasamos al biberón porque había que darle 30 ml cada dos horas y con la jeringa no llegábamos. Tuvimos la sensación de estar cebando al porquiño Antón. Funcionó, el bebé cogió algo de peso y se estabilizaron los niveles de la analítica. Como sorpresa final, la pediatra del turno de mañana se animó a cortarle el frenillo. Tardó dos minutos y nos dio una fotocopia con unos ejercicios. Finalmente, nos íbamos a casa.
El sacaleches
El sacaleches en el hospital es una máquina del infierno. No me explicó nadie su funcionamiento y me lo puse como buenamente pude deduciendo los programas. No es que sea una máquina Enigma, pero tu cabeza no está para mucho pensar. Tuve la suerte de tener uno para mí en mi habitación y no tener que ir a la salita compartida, pero no es lo habitual. Te lo pones y estás con tus pechos deformados (la imagen que me ha quedado grabada es bizarra), con la bata abierta, con tus dos manos secuestradas y malamente sentada, sin olvidar de que tienes una cicatriz de 15 cm con puntos. Duele.
Y lo peor es que no sale leche mientras tu bebé sigue esperándola.
He llorado desconsolada enganchada a ese chisme a las tres de la mañana, mirando por la ventana, viendo llover fantasmagóricamente por efecto de las farolas naranjas de la plaza del CHUF. Otra imagen que no se me va a olvidar.
Cada vez que entra alguien en la habitación, llegan las preguntas: ¿sale leche? ¿cuanto sacas? Y resulta que no sale nada. Entonces póntelo más. Y aún sabiendo que las recomendaciones se hacen sin maldad, con el interés genuino de colaborar, no sientan bien. A quien tuve la confianza de pedírselo, le pedí que no me preguntara más. Si yo veía salir la más mínima gota blanca, sería la primera en salir al pasillo y pregonarlo a los cuatro vientos. No sucedió.
Le agradezco infinitamente a la pediatra que allí en el hospital me dijo: Para, así no. Póntelo un ratito, en un pecho solo aunque sea, los minutos que te apetezca, tu cabeciña está primero.
Una vez en casa pudimos permitirnos un sacaleches de los inalámbricos que son caros, pero facilitan mucho la vida. Espero que bajen su precio y mejoren su sistema de carga USB (que manda narices que una cosa tan supersónica flojee en este aspecto).
Primeros días en casa
Saliendo del hospital, en el coche, le escribí a Eva. Me había pasado Lara su contacto porque para ella había sido de gran ayuda. Eva trabaja como asesora de lactancia y además dedica su tiempo de voluntariado a Alma Lactancia. Me dijo que podía hacerme un hueco ese mismo día, que creía que la situación lo requería. Sin saber muy bien que me encontraría, le dije que sí.
Vino a casa. Primero me escuchó, que no es poco. Me ayudó a ver con perspectiva todo lo que había ido pasando en esos casi cinco días de hospital, explicándome la teoría de los libros sobre mi realidad fisiológica, poniendo palabras y dando luz y conocimiento a mis sensaciones y síntomas.
Me gustó que supo leerme, no incidió demasiado en la parte más emocional de la lactancia. En ese momento yo le hubiese dado a Carlos González en la cabeza con su trilogía Comer, amar, mamar (tengo una relación de poco cariño irracional con este pobre hombre, a la par que me interesa lo que cuenta). Eva nos encaminó para perseguir nuestro objetivo de lactancia mixta. Estoy segura de que ella no comparte alguna de nuestras decisiones, pero no nos lo hizo saber.
Luego me ayudó en la parte práctica, con nuevas posturas para amamantar en las que me sintiera más cómoda y menos dolorida. También fue la primera en aclararme que el sacaleches tiene mal naming, que su objetivo no es sacar leche, sino estimular la producción. Me habló de los procesos hormonales que guían la lactancia y como estar en tu casa tranquila favorece que suceda. Encontramos un camino para seguir: dándole el pecho tumbada. Me invitó a ir a las reuniones y a que me revisara una logopeda miofuncional lo del frenillo.
Me animé a ir a la siguiente reunión. Simón tenía nueve días y fue nuestro primer viaje solos en coche. Aparqué en una calle en pendiente y monté el carrito con miedo a que se me fuera calle abajo. A estas reuniones, las he bautizado como reuniones de "lactantes anónimos" desde el cariño y el respeto por lo que hace esta asociación y sus integrantes. De forma desinteresada, están ayudando a muchas familias a conseguir sus objetivos en la lactancia. Es bonito verlas en directo.
La filosofía es escuchar y que te escuchen. Después te orientan según tus circunstancias. Lo que más me gustó fue conocer otras historias, otras familias, otras preocupaciones. Te pone en perspectiva. Aprendes, lloras, empatizas. En ocasiones eres el sabio de Calderón que va delante, en otras (las menos) el que va detrás.
Intento ir a las reuniones cada dos o tres semanas, depende de la logística familiar. Simón ha pasado de ser el más pequeño a la última vez ser el más veterano. Cada vez que voy veo miedos, inquietudes y vivencias repetidas. Eva y sus compañeras las habrán escuchado cientos de veces. Sin embargo, responden y explican con el mismo cariño todas y cada una de ellas.
Tantas familias sufriendo situaciones similares, hace pensar que hay un problema con el asesoramiento de lactancia en hospitales y atención primaria. Seguramente sea consecuencia de dos factores: falta de formación específica y escasez de recursos.
Durante el primer mes
Durante este primer mes continuamos como pudimos haciendo tomas tumbada, con dolor relativo, largas, siempre con pezoneras y suplementando con biberón. Afortunadamente Simón no ha tenido en ningún momento confusión tetina-pezón. Las primeras semanas son duras, dormimos poco y se olvidan rápido. No recuerdo ya muchos detalles ni como sobrevivimos. Aunque como cualquier familia corriente que es lo que somos. Pienso en J. y B. con los mellis superchiquitines y me quito el sombrero. O en mi abuela y su tropa de hijos. O en quien haya tenido que criar sola.
Algunas noches sólo daba el pecho en uno de sus despertares. Alber llevaba bien el turno de las 2/3 de la mañana, incluso el de las 5, y yo trabajaba amaneceres y mañanas. Nos entendimos. Dejé de dar pecho alguna noche porque estaba muy cansada. Luego me agobié con perder la producción (por aquello de que el pico de prolactina se produce de madrugada) y volví a retomarla. Perder la producción es un miedo recurrente que todavía me asalta.
Tuve un par de episodios de mastitis, fiebre, dolor, enrojecimiento de la mama, pero se pasaron pronto y no necesité antibióticos. Mucho drenaje del pecho y los probióticos que me recetó mi matrona.
Durante el segundo mes
Una vez establecida una dinámica familiar y recuperado el peso de nacimiento del bebé quisimos mejorar la producción de leche materna. Para ello pusimos un tope a la leche de fórmula. Durante tres días calculamos lo que estaba tomando (haciendo mediciones) y establecimos la cantidad media de mililitros al día. Durante las siguientes semanas tratamos de no superar esa cantidad y cubrir el incremento de la demanda de Simón con el pecho.
Observamos que a mayor tiempo en el pecho, menor cantidad de fórmula. Por una parte, eso nos daba ánimos.
Padres frikis de los datos |
Por otra, había algo que no me gustaba. Seguía necesitando pezoneras, continuaba el dolor en las tomas, eran muy largas y, aún así, el biberón caía entero. Simón tenía lengua en forma de corazón. En una de las reuniones de "lactantes anónimos", en una valoración rápida, nos comentaron que se le seguía viendo un frenillo importante.
Aquí quiero hacer una aclaración relativa a la falta de formación específica. No puede ser que ni mi matrona, ni mi pediatra, conociendo el historial de Simón y mis problemas con la lactancia no se parasen a observar el frenillo. Suele suceder con bebés que van bien de peso, que como ese parámetro cumple, no se mira más allá.
Anquiloglosia
Ese es el palabro técnico para nombrar a un frenillo corto.
Con esta sospecha fundamentada recurrí a Antía que es mi ángel de la guarda aquí en Coruña para todo el tema de crianza. Le debo tener a Simón, entre otras cosas.
Me recomendó una clínica, Demendizabal y Aller, para que le hiciesen una valoración. Tras un buen rato en consulta, con la logopeda y la odontopediatra, se confirmó. El corte que le habían hecho en el hospital no había sido suficiente, seguramente porque no habíamos hecho la rehabilitación posterior y tampoco habíamos tenido seguimiento por parte de ningún especialista. Que nos pensáramos volver a operar, que ellas lo veían claro.
Como pocos días después de ese diagnóstico teníamos la revisión en el centro de salud, decidimos tener una segunda opinión de nuestra pediatra. Resultó que el bebé, que hacía un mes era un tragoncete y tomaba mucha fórmula para su edad, ahora estaba justo de peso. Es importante relativizar todo el tema de pesos, medias y percentiles porque acaban agobiando. La pediatra nos dijo que era importante seguir suplementando aunque eso no arreglaba el problema de base.
Después de insistir un rato en que le valorase el frenillo, nos derivó al especialista de la zona en anquiloglosia, Pablo (centro de salud de O Portádego). Todo el mundo habla bien de Pablo así que tenemos suerte de tenerlo en el servicio público en el área sanitaria de A Coruña.
Hay que aclarar que no es necesario intervenir todos los frenillos, sino
que os deben hacer una valoración previa de la funcionalidad de la
lengua, de la fisionomía del bebé, de vuestra lactancia, del agarre y más cosas que yo no sé.
Hoy en día hay cierta polémica porque puede parecer una "moda", pero sucede como en tantas otras cosas la ciencia avanza, se investiga, se sabe más lo que deriva en una mayor capacidad de diagnóstico.
Finalmente, por una cuestión de logística, "operamos" a Simón en la clínica de la doctora Aller. Operar para mi gusto es una palabra excesiva, pero así lo denominan. Es como una intervención en el dentista con anestesia. El bebé llora, sobre todo, porque lo tienen bien sujeto. Es verdad que da penita verlo en el momento, pero no es terrible.
Al acabar la operación, lo pusimos a mamar sin pezoneras y el alivio se notó. Al día siguiente noté más reflejo de eyección, parecían buenas señales. Tardé un par de semanas en que me dejara de doler el "mordisco" inicial y los primeros minutos, pero con el tiempo, fue desapareciendo.
Es fundamental hacer bien y con regularidad los ejercicios. Son tediosos, el niño no colabora, llora y se enfada. Pero hay que hacerlos. Dicho esto, alguna vez me los salto. Soy humana.
Durante el tercer mes
Seguimos manteniendo la lactancia mixta, intentado siempre no perder el pecho.
Una semana después de cortar el frenillo y sabiendo que teníamos un control de peso intermedio, jugué una carta que todavía me guardaba en la manga: la extracción poderosa. Se hace para aumentar producción de leche materna. Hay diferentes métodos que podéis leer aquí —en LactApp están todas las respuestas, gracias infinitas Alba Padró— En mi caso, escogí una variante del A (tres vueltas de diez minutos en cada pecho y descanso de cinco minutos durante tres días aproximadamente a la misma hora).
No noté resultados inmediatos y me agobié porque hasta ahora siempre había tenido una herramienta nueva para dar otro pasito y tuve la sensación de que se me agotaban las vías para explorar. Ya le habían cortado el frenillo, ya había hecho extracción poderosa... De esa forma, no iba a remontar toda la leche de fórmula que estaba tomando.
Pedí una cita con Eva que me dio para seis días después. Eso fue bueno porque durante esos seis días seguí mi rutina normal (no podía hacer otra cosa) y estaba serena porque tenía el horizonte halagüeño del asesoramiento de Eva. Gracias a esa tranquilidad, en esos días de espera noté una gran mejoría. Cuando llegó la cita, había menos que comentar y emanaba más fluido.
¿Y ahora?
Ahora mismo, estoy en un momento un poco más amable. Aunque creo que no lo tenemos dominado del todo (necesitamos que coja más fuerza en la succión y sea más eficiente) por primera vez está siendo relativamente agradable dar de mamar. Las tomas no son eternas y no me duelen, también vemos que sí se alimenta un poquito más y de forma natural se ha reducido algo la leche de fórmula. Los controles de peso van bien.
Pero el miedo no se va. Puede que esté al caer la crisis de los tres meses que es un momento donde se abandonan muchas lactancias maternas exclusivas. El cuerpo cambia la manera de producir leche, el pecho ya no es un almacén que tiene disponibilidad de leche de forma inmediata, sino que el bebé tiene que succionar y esperar unos minutos para que el cuerpo la fabrique. De esta forma, se vuelve mucho más eficiente la producción para la madre. Pero a los bebés no les gusta esperar y se pasan unas semanas enfadados con el pecho hasta que aprenden esta nueva forma de mamar. En esos momentos, es fácil asustarse con que no come y tener la tentación de ofrecer un biberón con el posible rechazo del pecho. Recomiendan tener mucha paciencia y confiar en que el bebé aprenderá.
Esa es la teoría con los bebés que sólo toman pecho, no sé que va a suceder en nuestro caso pues Simón ya toma las dos cosas. A mí me gustaría continuar unos meses más pudiendo dar el pecho, así que creo que es importante mentalizarse y estar preparada.
Lactancia artificial
No sería coherente con mi manera de ver este tema, no dedicar un apartado a este tema. Mi sensación es que no se habla con cariño de la lactancia artificial. Cuando pides ayuda porque es posible que sea la primera vez que das un biberón, la respuesta no suele pasar de darle cada tres horas o seguir las instrucciones del bote de fórmula. Se suma que la lactancia artificial siempre está acompañada de la nebulosa turbia de la industria que hay detrás, de su pesada digestión, etc.
Pero la lactancia con leche de fórmula también es a demanda, cuando el bebé comienza a presentar signos de hambre. Hay métodos para dar el biberón que ayudan a ir controlando si el bebé está saciado y sus necesidades. Podéis leer aquí más sobre el método Kassing.
Nosotros hemos intentado siempre darle el biberón despacio aunque proteste un poquito. Y puede que nos haya ayudado a que convivan ambas lactancias. Nunca tienes certeza de si es suerte, acierto o una mezcla de azar y trabajo. Me inclino por la última.
El primer biberón que compré fue de urgencia y para solucionar la primera toma nada más llegar a casa. Luego nos recomendaron este y nos ha ido bien. Biberones modernos. Compramos el de flujo adaptable, pero la recomendación inicial era el lento. Habiendo usado los dos, no noto tanta diferencia. Creo que lo fundamental es que no caiga por gravedad y hacer pausas. Con este biberón el bebé tiene que hacer un esfuerzo de succión, con lo cual, se asemeja más a tomar el pecho. Seguro que hay otros modelos y es importante también no marear a la criatura con muchas tetinas para evitar la confusión tetina-pezón si estás con lactancia mixta.
Biberones Dalton |
En cuanto a ¿qué leche comprar? también es frustrante. Los profesionales sanitarios no pueden recomendar una marca frente a otra por normativa, para evitar conflictos de interés. De hecho, en el hospital "no puedes" ver la marca de la que allí usan. Se precintan los biberones. Que es tan fácil como quitar el precinto, pero bueno, entiendo que es el gesto.
Con lo cual, tú llegas a la farmacia, parafarmacia o supermercado y observas una diferencia de más de diez euros entre unas marcas y otras. Y te rayas porque tú para tu bebé quieres lo mejor. Además, ya estás condicionada porque "lo mejor" (la teta) no puedes dárselo y estás buscando al tuerto en el país de los ciegos. Como también asociamos la calidad con precio, te preguntas si no deberías llevarte la más cara. ¿Entonces? En el mejor de los casos, si eres privilegiada y puedes permitirte escoger, intentas discernir entre los ingredientes cual es la diferencia entre gammaglobulinaalfa3 y betaomegaB17 a la par que te pones más triste.
Yo he salido llorando de la parafarmacia, así que decidí delegar la compra de la leche durante unas semanas. La leche aparece en mi cocina :D
De todas formas, y para la tranquilidad de madres y padres, hay que saber que existe una normativa que regula la composición de la leche de fórmula inicial. A nivel macro, son todas muy similares. Se diferencian en lo específico y no es significativo. Os dejo un post muy interesante de la Boticaria García desgranando los ingredientes.
Algunos ideas a vuela pluma
Es importante que cada madre, cada familia pueda decidir qué prefiere y eso implica tener conocimientos y recursos. Hay mucha información disponible, pero hacen falta más tiempo de asesoramiento, formación y recursos en la sanidad pública.
También pasa por el respeto. Cuando los bebés son pequeñitos existe un juicio de valor para aquellas familias que deciden optar por la lactancia artificial, cuando las criaturas crecen, las juzgadas son las familias que todavía continúan con la leche materna. ¿Qué más nos dará al resto?
Es crucial dejar de comentar/opinar con los recientes padres si no tienes confianza. Y si la tienes, valorar si es el momento de adecuado para ello. Un sincero y generalista ¿qué tal? abrirá las puertas a lo que tenga que salir, si tiene que salir algo. Preguntas hechas sin mala intención pueden no sentar bien por la vulnerabilidad del momento. Abogo porque volvamos los lugares comunes, la
meteorología es nuestra aliada. Si no sabes que decir, siempre tienes el
comodín de "parece que vai chover".
Del mismo modo reconozco que es importante también que las madres aprendamos a relativizar y esa es mi asignatura pendiente. Os contaré una anécdota que viene al caso de madre condicionada por el constante juicio ajeno (infundado o no) que está relacionada con el contenido habitual de este blog.
_
Sabéis que me encanta Pandejuevo que, por cierto, hay un post reciente de Anna Mayer en El Comidista (como si alguien que vaya a leer este blog, no se haya leído primero El Comidista). En la última ocasión que se organizó el Mercado das Nubes en San Agustín, donde siempre tiene un puesto Pandejuevo, acudí con Simón en la mochila de porteo a por un bollo. El niño iba rosmón y mal colocado porque cuando llora, se pone muy tenso y es difícil ajustarle la mochila sin partirle las piernas. Diego, que es encantador, mientras me atendía me preguntó por la mochila. Yo interpreté, erróneamente, que me estaba corrigiendo porque tenía al niño mal colocado (y eso es anatema) y comencé a darle explicaciones al pobre hombre de porqué no lo podía colocar bien y que sabía que estaba mal. Él no debió entender nada de mi explicación porque no sabe de mochilas, ni tiene criaturas, y solo me preguntaba porque iba a ser tío en unas semanas.
_
A mí me ha ayudado mucho para sacar el pecho adelante no proyectar demasiado, sino plantearme día a día ¿qué puedo hacer hoy para continuar y que herramienta me puede permitir avanzar? Tener una nueva posibilidad de camino y mientras ir tirando con lo que ya estás haciendo porque lo demás no lo puedes controlar. Creo que es exactamente la misma recomendación que me dio Antía para el proceso de FIV. No hay que pensar en el final, sino ir pasito a pasito (hoy una prueba, mañana lo que toque).
Como habéis visto a lo largo del hilo, me han ido ayudando diferentes aspectos: poner las pezoneras, el dejar el sacaleches en el hospital, el horizonte de estar bien en casa, la primera cita con la asesora de lactancia, una nueva postura, la primera reunión de "lactantes anónimos", una rutina, dejar la noche para descansar, retomar la noche una vez descansada, el sacaleches nuevo, la extracción poderosa, solucionar la anquiloglosia, una conversación significativa.
Se dice y no es baladí, confiar en la intuición. Yo creo que no es únicamente inspiración por arte de birlibirloque sino que está fundamentada. Al final, la persona que cuida al bebé pasa muchas, muchas horas con él, se convierte en objeto de estudio y eso es una fuente de información constante aunque sea inconscientemente. Acabas conociendo a la criatura mejor que nadie y sabes cuando las cosas van mejor o peor.
Podríais querer preguntarme, y no sin razón, por qué no he desistido si tan difícil estaba siendo y encontrándole aspectos positivos a la lactancia artificial. No tengo clara una respuesta. Creo que es una mezcla de pensar que "ya ha pasado lo peor" (sea verdad o no), seguir teniendo vías para avanzar, cabezonería de serie y, supongo, un orgullo estúpido por querer conseguirlo. Sin embargo, he asumido que es posible que no consiga una lactancia materna al 100% y lo que tengo ahora peligrará en las próximas semanas. Esto es una montaña rusa y a veces tengo energía para seguir y otras muchas ganas de pasar página. Creo que será así hasta el final.
Estos días he bromeado con que me tarda que Simón coma lentejas y tortilla. No miento, sé que me voy a defender mucho mejor con la alimentación complementaria. Si quien a los suyos parece, honra merece, igual hasta lo disfrutamos. Simultáneamente, sumándose a las mil y una contradicciones de esta patoaventura, no quiero que llegue ese momento. Me gustan los bebés, el nuestro es adorable —dejadme que lo diga al menos una vez— y nunca volverá a ser tan pequeñito.
Pequeno Simón, podría detenerse el tiempo mientras te miro sonreír entre mis brazos.
Portada de Isidro Ferrer para el número 15 de la revista PAN representativa de mi momento actual |