He tenido que recuperar la foto para recordar los ingredientes de un plato que comí hace diez días. Yo que me acuerdo de la ropa que llevé en mi primer día de instituto y en mi primer día de carrera. Yo que me acuerdo del maravilloso poema del Señor Reloj.
Se calzó las botas el señor reloj, se calzó las botas para andar mejor.
Luego he tenido que recuperar el recorte del suplemento del periódico que me enviaron como indirecta DEJA DE INVENTAR tras una lamentable ensalada de alubias blancas con judías verdes. ¿O eran alubias verdes con judías blancas? Quizás si hubiera puesto por escrito alubias con judías me habría dado cuenta de la redundancia del asunto y se hubiera podido evitar.
Las doce la una, la una y las dos, redondo es el mundo del señor reloj.
El Señor Reloj también era redundante y aun así pasó a los libros de texto. Pero el éxito literario con las habichuelas ya era de Jack y yo tenía más opciones si cambiaba de legumbre. Revisando el suplemento he recordado el cómo lo hice. También el cómo sustituí lo que no había por lo que ofertaba mi nevera.
Dos patitas negras le dio su creador, dos patitas negras que iguales no son.
Entonces iguales no son. Pero esta segunda también da el pego. Os la recomiendo siempre y cuando pongáis un número impar de lentejas. Y tenéis que contarlas. De una en una. Yo lo hice y eso será lo que os asegure el éxito.
La patitas largas mide la extensión con ágiles brincos de pez volador.
Si finalmente probáis esta ensalada, no dejéis que caiga en el olvido. Repetidla hasta la saciedad. Para ello, sólo hay que adaptar la técnica de recitar el mismo poema durante tu toda infancia y parte de la juventud —digo parte porque todavía me queda—, a tus pobres padres en todos los viajes de coche a Madrid. Pero si no queréis olvidar y, sin embargo, pretendéis que vuestra familia os siga permitiendo el acceso a la cocina y al coche, entonces acudid al bloj, porque os he dejado el trabajo memorístico hecho.
La patita corta siempre se quedó. Este es el secreto del señor reloj.
Ingredientes
· Un bote de lentejas en conserva
· Dos tomates
· 5/6 tomates secos
· Mozarella
· Aceitunas negras
· Albahaca
· Aceite de oliva virgen extra
· Limón
· Sal
Preparación
1. Hidratamos los tomates secos. Calentamos agua y los dejamos a remojo un rato hasta que se ablanden. Con 15 o 20 minutos suele llegar.
2. Si habéis comprado las lentejas en conserva, hay que pasarlas por agua y lavarlas abundantemente. Después se escurren muy bien.
3. Picamos el tomate natural, el queso, las aceitunas negras y los tomates secos hidratados.
4. Colocamos todo en el plato de presentación, picamos las hojas de albahaca y las añadimos.
5. Aliñamos con sal, aceite de oliva virgen extra y el zumo de medio limón.
Notas
- Lo digo siempre, pero como cualquier ensalada, es muy adaptable en gustos y a lo que haya en la nevera.
- La receta original usaba un queso asturiano, el gamoneu. ¡Tengo que probarlo!
- Si tenéis tiempo podéis cocer las legumbres y secar los tomates en vuestras ollas y hornos.