24 de mayo de 2015

paseo comidista por Irlanda

Este es un nuevo ladrillito sobre Lu comiéndose el mundo, aunque sólo hay una manera de que mi personita pueda hacer eso*.
 
Voy a intentar recopilar experiencias comidísticas de los viajes a Irlanda que recuerdo. Por alguna razón, algo en común tenemos esta isla y yo, creo que son cinco ya las ocasiones en las que he he tenido la suerte de visitar tan verde país. Las dos primeras veces todavía era una chicuela y mis recuerdos no están asociados al comercio y al bebercio, sino a cometas, playas, persecuciones por las escaleras de mi querido primo Halpin y ver la película de Solo en casa.


Hay cosas que no cambian. Despeinado playero.

Más adelante pasé un verano adolescente —aunque yo no he sido nunca de eso— con una familia irish. Tenía 14 años. Un día les hice gazpacho y antes de irme les dejé escrito el modus operandi tortillero. Ya apuntaba maneras. Recuerdo que amablemente habían comprando una botella de aceite de oliva para mi estancia en su casa. Desayunaba cereales hiperazucarados con leche y me preparaban la típica tartera de sandwich + zumo + chocolatina para llevar a comer al colegio. Fue mi época más parecida a vivir en un libro de Enid Blyton.

Si quieren evitar anécdotas de abueliña cebolleta sáltense el siguiente párrafo.

De esta época también recuerdo una experiencia traumática. Era un domingo y teníamos comida familiar, de esas de mantel y vajilla elegante. Habían invitado a la abuela de la familia y a una tía monja. Estábamos las tres en la mesa porque mis "padres" de acogida estaban trasteando en la cocina. La conversación que manteníamos la abuela, la monja y yo, como podéis imaginar, era de lo más apasionante. Gracias a dios —en eso la monja y yo concordamos— no tardaron mucho en traer el primer plato. Resultó ser una sopa de tomate caliente, muy densa y especiada. Recuerdo que no sólo no me gustó nada sino que me provocaba arcadas. No sabía qué hacer porque traía muy bien enseñado eso de "no se dice no me gusta", pero yo aquello no me lo podía tragar. Disimuladamente —o eso creía— fui depositando cucharadas de sopa espesa encima de mi servilleta, posada sobre mis piernas, debajo del mantel. Una guarrada de tomo y lomo, pero efectiva. Cuando tuve el plato vacío, educadamente me lo llevé a la cocina transportado a su vez la servilleta entomatada. La lavé bien bajo el agua del grifo y la eché en la lavadora. Volví a la mesa y me comí el segundo plato. 



Volvamos al siglo XXI.

En verano de 2013 pasé una semana recorriendo la costa oeste de la isla y hace aproximadamente tres semanas estrené una fría primavera en Dublin fair city. En ambos viajes iba acompañada de muy buena gente, con paciencia para sacar fotos de los platos, visitar mercados y probar cosas ricas en todo tipo de garitos.

Acercamiento a la comida tradicional.**

Point namber uan. He de aclarar que soy una fiel defensora de que en las islas británicas e irlandesas no se come tan mal como su fama les precede. Simplemente hay que saber donde hacerlo. Tienen buena comida tradicional injustamente valorada e ingredientes de calidad a mano para conseguirlo. Cierto es que es una concilla sencilla que tira fundamentalmente de productos de la tierruca, patatas, col, cebollas, carne y derivados, salmón, bacalao, algunos mariscos, hierbas frescas, frutas del campo, buenos lácteos y buen pan.

Un ejemplo de ello es el irish stew. Un guiso de carne, normalmente cordero o ternera, con verduras, patata, zanahoria, cebolla... de los que quitan el frío y las penas.


Irish stew dinners. Imagen sacada de aquí.
Bonita foto del guisote sacada de Citrusandcandy.

Otro plato que probé, y me gustó mocho, fue el colcannon. Un puré de patata con repollo u otra col, perejil, cebolla y arrobas de mantequilla. En Killarney, en el condado de Kerry, también nos comimos un puré de guisantes muy bien logrado.

Volcán de mantequilla. Imagen sacada de Simply Recipes. Dice eat me!

Los irlandeses, además de encantadores, también son soperos. En cualquier casa de comidas, taberna, pub o como lo llamen allá, suele haber soup of the day with homemade bread. A mí con eso ya me han conquistado. Son sopas contundentes, con verduras, cereales variados —puedes encontrar avena, arroz, cebada— y un buen caldo. Se sirve acompañada de un pan oscuro con mantequilla —siempre con mantequilla— para acabar de montar la fiesta. 

Otros platos tradicionales irlandeses son el coddle, un plato con base de salchichas y patatas, y el botxy, que aunque suene vasco, es una especie de tortita de patata. Servidora no los ha catado y no emitirá juicio alguno en un acto de responsabildad suprema. ¿Estás orgullosa, Cris?

Pan y dulces.

Este es un apartado que me motiva. En Irlanda es frecuente encontrar panadería, bollería y repostería de calidad, "casera" y es algo que me da mucha envidia. Es el único contexto en el que entendería utilizar aquello de envidia sana, ya que al no comerlo, no se me van a tupir las arterias.

We really love scones! Es un pancito dulce y redondo de origen escocés, pero popular también en la isla vecina. Se toma en las meriendas con té y se unta con mantequilla y nata. Aficioné ya a Fer y Mary en mi anterior viaje y no me lo tuve que trabajar mucho para que Uxi y Andrea también cayeran rendidas. 

Primer plano de un scone realmente fotogénico. Foto de Carrín.

Nuestra primera parada en Belfast fue en un mercadillo de cosas bonitas: artesanía, comiditas, telas, juguetes, ropa... Vimos un puesto con scones y bebidas calientes y estábamos con frío y en ayunas. La ocasión la pintaban calva, PERO, siempre hay un pero, no teníamos pounds. Malditas fronteras. Con una sonrisa le preguntamos a la chica del puesto si podíamos pagar en euros, y como viajaba a Francia la semana siguiente, nos aceptó nuestros aurelios. Escogimos cada una un scone diferente y fue el mejor desayuno del viaje.


Scones de manzana y canela, arándanos, pera y almendras y dátiles con pasas. ¡Premio a quien adivine el mío!

Quiero hacer también mención al pan de soda. Es muy típico en Irlanda y su característica principal es que sustituye la levadura por bicarbonato sódico —levadura química—. Es un extraño bizcocho salado. Nos asegura Iban Yarza en su libro que al ser un pan que no tiene fermentación es importante trabajar con harinas de calidad, especialmente integrales, para otorgarle sabor. Se le pueden añadir frutos secos, pasas, etc. Aquí tenéis un enlace a The Society for the Preservation of Irish Soda Bread y otro a How to bake the perfect Soda Bread del periódico The Guardian para que veais que es un asunto de índole nacional.


Pan de soda. Imagen sacada de aquí.

No puedo acabar este pseoudobloque sin hablar de otros tres dulces habituales que me gustan mucho y pruebo si tengo ocasión: carrot cakes/bizcochos de zanahoria, rhubarb pies/tartas de ruibarbo y short bread/galletas de mantequilla. Podría comer toneladas de estas últimas. También tienen origen escocés.

Algunos apuntes para para comer fuera en Dublin.


Este bloque hubiera sido inaceptable sin las recomendaciones de Yas que tuvo a bien haber ido probándolo todo antes de nuestra llegada :P

Yamamori. Cenamos allí nuestra primera noche. Es un asiático enorme y con una decoración muy bonita. Nada de leones y dragones rojos y dorados. Pedimos un menú de cinco platos para tres personas que costaba 35 euros. En Irlanda, el agua te la traen del grifo, está buena y es for free. Degustamos:

· Tempura de verduras. Pasable, pero normalita.
· Curry de carne de ternera con boniato, zanahorias y arroz. Se deshacía en la boca, muy bueno.
· Pato confitado con salsa extraña. Para mí no fue lo más rico, pero triunfó entre mis acompañantes.

· Salmón con salsa teriyaki. Con salsa teriyaki la vida siempre es más fácil.
· Unos rollitos de algas con queso brie. No.

Todavía no sé comer con palillos :(

Green 19. Nuestro local preferido, fuimos dos veces. Bueno, bonito y medianamente barato. Ah, y con camarero mono. El primer día pedimos sandwiches y bagels. Brutales. Rellenos de cosas ricas y con sobreabundancia de patatas, ensaladas y salsorras. La foto no le hace justicia.

Os prometo que llenaba: pollo, bacon, lechucas, mayonesa, tomate... 7/8 euros por plato.
Andrea se pidió un bagel que tenía un pan normalito pero con un excelso relleno.

En nuestra segunda visita, compartimos pollo asado con puré de patatas, ensalada verde y de postre, un brownie de avellanas. ¿Por qué no se me habrá ocurrido antes hacer brownie con avellanas? Si nada casa mejor con el chocolate que las susodichas.

Pit Bros BBQ. Si sois amantes de la carnaca, este sitio de cómida rápida no está mal. Bastante cantidad, a buen precio y de calidad decente. Atienden medianamente rápido. Lo mejor, el típico pulled pork. En el precio viene incluido un helado de máquina en el que te echas tú mismo la cantidad que quieres. Y la que no quieres también, porque es completamente incontrolable.

Un lugar de cuyo nombre no puedo acordarme. Útil, ¿eh? Estaba situado en la zona de Temple Bar y nos regaló un buen desayuno de despedida en una terracita para nosotras solas. Nuestra idea era probar las numerosas tartas que tenía en su escaparate, pero divagamos por otros derroteros. He de decir que es la segunda vez que viajando con Yas y Uxi casi no tenemos dinero para pagar en un local. En la primera ocasión era un tugurio donde te servían el vino en biberones. Y hasta aquí puedo leer.

Desayuno americano irlandés de lady Yas.
Desayuno franco irlandés de lady Lu.
Desayuno revuelto irlandés de lady Uxi.

Sláinte!

Sláinte es la palabra irlandesa para brindar. Es un país donde la cerveza está en los genes. Donde se pide una pinta antes de acabar la que tienes. Donde la música en los pubs realmente se canta desde dentro y donde finalmente hay algo especial en compartirla con gente de bien.

Probamos Beamish, Murphys, Smithwicks, una cerveza local en Killarney, alguna más que no recuerdo y, of course, Guinness. He estado en la fabriquilla/museo de marras tres veces ya, aunque en la primera vez solo pude mojar los labios en el líquido elemento. Las pintas que te sirven en el museo están muy buenas, pero la entrada es una clavada interesante. La visita está bien, pero 18 euros para mí es un precio excesivo para su contenido. Lo que más me gusta siempre es la sección de recetas*** y de publicidad. De mayor quiero ser así de jefa.
 
Mi colega Fer, de Cervecívoros, yo y otras gentes ajenas recién graduados en cómo servir una Guinness. También hay que turistear.
 
Dos sugerencias para tomar una —o las que sean— cerveza en Dublin: el Sweeney's y The Bernard Shaw. Ambos locales son bonitos, destartalados, con historia y buena música. El segundo, además, con algo de magia. Muy fans.



La fachada delantera de The Bernard Shaw. Os falta el beer garden, el patio de los murales y el autobús de las pizzas.


Para finalizar... BSO emotiva.

Es posible que hayáis notado mi "pequeña" adicción a la mantequilla tras la lectura de este post. Lo tengo todo bajo control, no preocuparse. En el mercado de San Agustín tengo un par de camellos que me proporcionan material de calidad.

Una vez aclarado esto, tengo que hacer mención a la mejor comida del viaje. Lo fue por dos razones. La primera, porque soy verdulera y una superensalada después de tropecientas comidas fuera, hace que se me caiga el lagrimón. La segunda, y la que cuenta de verdad, es que estábamos en casa. Yas, sabes abrir una puerta, habiendo cerrado una ventana ;) Y, aunque parece una chorrada, este plato estaba hecho con amor del güeno. Mozos y mozas, sabed que eso siempre se nota.


¡Graciñas!

Que volveré a Irlanda, lo tengo claro.

¡¡¡ Postureo !!!

* Véanse anteriores experiencias en Noruega, Centroeuropa y Guatemala.
** Este es un gran blog sobre cocina tradicional irish.
*** Dos recetas de bizcochos con Guinness en el blog, primera y segunda vuelta.

3 comentarios:

  1. Yo estuve el verano del 2013 unos días en Dublín, y se me caen las lágrimas y las babas leyendo tu post.

    Nuestro primer encuentro con la cocina irlandesa fue un pedazo de desayunaco irlandés con toda su chicha a las 10 de la mañana, que nos supo a gloria tras llevar sin comer desde las 4 de la mañana que salimos de casa en Madrid. GLORIA BENDITA.

    Y una cena de cierre de congreso en la Guinness, que estaba de morirse. Corroboro que hacen unos guisos de verduras riconudos, y que los pastelitos son amor del bueno.

    Tengo ganas de volver, porque apenas tuvimos tiempo de ver y comer cosas con el tema del congreso.

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  2. Ah! Y un plato en un pub que consistía en patatas con piel fritas, con otras frituras de pescado y tal, acompañadas de una salsa, que con la cerveza y la música folk nos hicieron sentir como si fueramos irlandeses de 10 generaciones.

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    1. ¿Teníais un congreso en la Guinness? Que molón, jaja. Tienen pinta de cocinar muy bien allí dentro por lo que se ve y se huele. Yo sólo bebí...
      Lo que cuentas del pescado y las patatas con piel y salsas también suena muy estupendo.

      Creo que los Irlanda tiene eso de hacerte sentir de allí de toda la vida. Creo que es lo mucho que se parece en algunas cosas a Galicia sumado a su propio carácter abierto, hospitalario y alegre. Da gusto!

      Muchas gracias por pasar, leer todo y comentar :))

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