28 de agosto de 2014

paté de zanahorias

paté de zanahorias

¡Zanahorias!

Era menester desempolvarse y trajinar algo por aquí. Sin brusquedad, que recién aterricé en la blogosfera y tengo que engrasar mis ejes. Aunque si a mí me gusta que suenen pa' que...

Diosito, qué facilidad para liarse.

Para completar la Trilogía de los "untables" comenzada allá por el pleistoceno, hoy os enseño un paté de zanahorias con receta de Estefa de Sekier. ¡Ñam!

Fácil, rápido y para toda la familia. Acompañado de boga boga mariñeiras ...imos pra Viveiro, xa se ve San Roque...


Menos mal que no tenéis audio ;)

¿Acaso tiene que actualizarse mi lista de éxitos interpretados?

Ingredientes.

· 4 zanahorias pequeñas.
· 10 nueces.
· 3 ó 4 hojas de albahaca.
· Unas gotas de zumo de limón.
· Dos o tres cucharadas de aceite de oliva.
· Sal.
· Agua.

Preparación.


1. Pelamos y troceamos las zanahorias. Para cocinarlas podemos optar por la cocción, el asado o cocinarlas al vapor. En esta ocasión coloqué los trozos de zanahoria en un plato, lo envolví con papel film y lo introduje durante 10 minutos aproximadamente en el microondas.

2. Pelamos las nueces.


3. En el vaso de la batidora disponemos las zanahorias cocinadas, las nueces peladas, las hojas de albahaca, un par de cucharadas de aceite de oliva, el zumo de limón y la sal. Procesamos con la batidora. Corregimos con un poquito de agua en el caso de ser muy espeso.

4. Probamos y rectificamos de lo que consideremos necesario.


Recomendaciones.


- Acompañar con pan tostado, galletas mariñeiras, etc.
- Hay mil variaciones posibles, pero por eso mismo, intentaría probar esta tal cual. Cuando hagamos otra buscamos otro nombre y nos marcamos otro post.

paté de zanahorias

22 de agosto de 2014

paseo comidista por Centroeuropa

Zascandileando por Centroeuropa algo tuve que comer (y beber).

No puedo decir que haya probado recetas eslovacas tradicionales. He conocido muy pocos eslovacos y mucho menos su cocina, pero os haré un acercamiento a lo que come una comunidad hippie de una montaña perdida de ese país. La información es poder y nunca se sabe cuando podréis utilizarla.

Tengo pocas fotos con las que ilustrar esta entrada, pero os emplazo a desarrollar vuestra imaginación e imaginar una "idílica" estampa en una bonita estancia con la cocina de leña en un rincón y una gran mesa de madera con bancos en el otro.



Las fotos bonitas son de Vicky y el resto, de internet o sacadas con mi móvil.

Desayunos. 8h. ¿Cómo se llena un plato de cosas?
 

La base fuerte del desayuno eran los cereales. Normalmente cocidos, hechos papas o tostados. Alternábamos mijo, avena, trigo sarraceno, espelta o arroz. Al amasijo de cereales se le añadían multitud de cosas variopintas. 

- Semillas de lino, amapola, cáñamo y sésamo trituradas y molidas cada día.
- Pipas de calabaza y pasas.
- Miel, azúcar, mermelada y/o canela.
- Manzanas, melocotones o grosellas.
- Té de hierbas campestres (menta, melisa, tomillo, etc).
- Leche de cabra recién ordeñada (solamente filtrada).

Los días económicamente buenos había yogur o crema de tvaroh. Abro paréntesis.

El tvaroh es el nombre en eslovaco para el quark, un producto lácteo fresco de elaboración diaria que se obtiene calentando leche agria (soured milk) hasta que se coagula y se deja secar en unas mallas de algodón. Tradicionalmente se realiza sin cuajo. 

Imagen sacada de este blog del que no tengo ni idea de lo que dice, pero confiad, es tvaroh.

Es muy común en Centroeuropa y Europa del Este y se utiliza para multitud de postres, salsas, panes, etc. Todos rebuenos. En Austria se denomina topfen y con ello preparan el topfenstrudel que tuve, de casualidad, la oportunidad de probar varias semanas después sin haberlo planificado. Ya fiché un blog con receta con muy buena pinta que espero experimentar en breves.

Nosotros íbamos a comprar el tvaroh a las granjas de la zona. También comprábamos allí la leche de vaca (
mlieko), el queso (sýr) y la mantequilla (maslo). Llegabas, llamabas a la puerta y pedías. Eso sí, en eslovaco a una señora de 70 años. El diálogo de indios era el siguiente:

Ahoj. Tvaroh. (Hola. Queso).— La señora entraba en su casa y salía con una bolsa de plástico. Afortunado eras si venía con el queso en cuestión. Señalaba el precio pintado con un boli (4 €/kg) sobre la bolsa, al más puro estilo súper de Luis.
Dekujeme. (Gracias).

Todo ello sin perder la sonrisa. Porque somos parcos en palabras pero abundantes en cortesía. En una ocasión, nos recibieron tres señoras (muy mayores) en paños menores descojonadas de la risa. Nos trajeron los lácteos en cuestión, pero no fuimos invitados a su ritual.

Cierro paréntesis. La crema de tvaroh se prepara batiendo el quark con una pizca de sal y miel o azúcar. Mezclada con melocotones picados fue uno de los mejores desayunos de la historia del tejado.

Otra idea que me quedo es la de tostar siempre la avena antes de hacerte el muesli casero y dorar el trigo sarraceno con azúcar y mantequilla para darle un toque crujiente.


Comidas. 12h. ¡Vivan las legumbres! ¡Vivan las especias!


Durante un mes hemos comido fundamentalmente a base de legumbres, sopas y ensaladas. Siempre teníamos menú vegetariano. Hasta ahí todo correcto. Sin embargo, la nuestra era una lucha contra el uso indiscriminado de especias en todos los platos. Siempre las mismas, siempre en grandes cantidades. Quiero recordar y hacer homenaje a los cocineros de alguna de aquellas comidas que mi paladar y mi estómago destacaron y recordarán entre todas las del mes.

- Hojas de remolacha hervidas con patatas y rehogadas nada más que con un poco de ajo y aceite de oliva. Natalia. En el maremágnum de curry, garam masala, canela y jengibre nos pondremos en plan Mies y diremos, menos es más. Yaaaaaa, ya sé que no es suya la frase, pero ¡carays!, estáis en todo.

Sabor: A casa de abuela con plato de arcopal.

- Calabacines rellenos de cuscús. Bara. Hacer calabacines rellenos para 18 en horno de leña es un mérito destacable, pero utilizar con acierto las especias es para quitarse el sombrero.
Sabor: A cena en un zoco de Xauen.

- Gazpacho. Estefa. Beberse 5 platazos de gazpacho en una misma comida es indicador suficiente de cuanto lo necesitaba. Me enfadé mucho cuando los hippies me dijeron que no podía triturarse el tomate porque perdía sus propiedades e insistir en prepararlo —y conseguirlo— fue mi dulce venganza.
Sabor: A verano y mar.

- Ensalada de pasta. Arbit. Una sencilla ensalada de espirales con nueces, pimentón, queso y tomate que comimos todos de un balde comunitario sobre la hierba después de unas cuantas horas de trabajo en el tejado. Era un no parar de meter el tenedor. Qué bárbaro. Cuanto comí ese día.
Sabor: A una siesta en un pinar mediterráneo. Cual Serrat.

- Postre de nueces, manzana y mantequilla. Pierre. Cuando las ideas surgen y se llevan a cabo en seguida, triunfan. Es un postre que repetiré. Se doran las nueces con mantequilla azúcar y canela. Se incorpora la manzana en láminas y se acompaña, de tenerse, con helado de vainilla.
Sabor: A merienda de cuento.

- Ensalada de tomate. Vicky. En mi última cena me regaló esta delicia. Una ensalada sólo de tomate con aliño de ajo, albahaca y aceite de oliva.
Sabor: A las cosas buenas de la vida. 

Cenas. A mí que me las den con queso.

En las cenas se sacaba el pan, la mantequilla y el queso. Garantía de que siempre se cenara bien. Además se acompañaba con sopas y/o ensaladas varias.

En Sekier hemos comido mucho queso de cabra. Se preparaba diariamente. Unos eran frescos, otros se dejaban curar. Se podían aderezar con pimentón, hierbas o simplemente sal. También comprábamos queso ahumado de vaca, un primo eslovaco del Sansimón.



Comidas comunitarias.
Cajón desastre.

El pan. Un día después de mi llegada, tocaba hornear pan.— Reivindico la necesidad de una plataforma de apoyo a la incorporación de los verbos to bake y to brew en español. Son MUY útiles.— Como os podéis imaginar, allí donde haya que meter las manos en la masa y mancharse mucho de harina, aparezco. Cual tímido pajarillo sobrevolé ese día la artesa ofreciendo mis servicios. Era una noche de tormenta, caían chuzos de punta y un alemán, una española y un francés sacaban pan ardiendo de un horno en la más completa oscuridad. Fue el primer acercamiento. Hubo dos más.



Primer intento antes de meterlo en el horno. Y no, el corazón no es cosa mía ;)
He perdido el miedo a hacer pan. Es lo que tiene empezar a lo grande y con maestro.

Era un pan denso y algo ácido. Comenzábamos con una masa madre de centeno, y posteriormente añadíamos 5 o 6 kg más de harina (mezclando trigo y centeno) y su correspondiente agua y sal. Había tres tiempos de reposo y levado de la masa: al activar la masa madre, al completar con el grueso de la harina y después de dar forma a las hogazas. En total tardábamos un día en completar el proceso. 

Se horneaba en horno de leña. Era importante encender el fuego con el tiempo suficiente para que estuviera caliente justo a la vez que los bollos terminaban su levado. Jaja. No acertábamos ni de coña como os podéis imaginar. Eso sí, he aprendido un truco (del almendruco) para saber cuando un horno está preparado para introducir el pan. Se echa un puñado de harina sobre la base del horno y se observa. Hay tres posibilidades:
- Si la harina se combustiona muy rápido, el horno está demasiado caliente.
- Si la harina se queda blanca, el horno está frío. ¡Más madera!
- Si la harina se va quemando lentamente, ¡ajá!, meted las hogazas, muchachos.
Una vez finalizado el horneado de los bollos, con ellos todavía ardiendo (esto es fundamental), los mojábamos con agua con sal para que obtuviesen una corteza brillante y crujiente. Nos duraban tiernos aproximadamente dos o tres días y comestibles, cinco o seis. Unos de los días nos comimos un bollo entero recién acabado, acompañado sólo de cerveza y un poco de mantequilla y paté de zanahorias. Aquel día empecé a llevarme bien con el país.

Segundo intento. Este día nos pasamos con el tercer levado.
Los dulces. En general, manifestábamos una carencia de azúcar importante (aunque fuese psicológica). Íbamos a la tienda y nos surtíamos de chocolate y otras perralladas en cantidades ingentes. La señora eslovaca de la tienda hizo su agosto a base de chocolate, patatas fritas y cerveza. Pero además teníamos otras fuentes de ingesta de dulce. Marta nos agasajaba en noches inesperadas con clases distintas de golosinas polacas, bien bombones, caramelos, galletas, etc. Para el cumpleaños de Pierre prepararon una tarta de queso y limón. Y cuando el pan estuvo duro cual pedrusco, hicimos pudin. Fue "simpático" hacer caramelo en aquella cocina.


¡Cumpleaños feliz para el amigo del limón!

Me aficioné al zrmzlina MÍŠA. Un sencillo y barato helado (0,40 €) de tvaroh recubierto de chocolate. He llegado a tomar helado justo después de desayunar, algo que no había hecho en mi vida y todavía no entiendo el porqué he esperado tanto.

Durante el periplo germano, en la pintoresca localidad de cuento de Rothenburg ob der Tauber nos encontramos con este dulce que hubo que probar: schneeballen (bola de nieve). Nos recordó a las orejas. La original y mejor para mí gusto fue la de azúcar glas. En otra pastelería nos encontramos una nota en el escaparate con la receta en inglés y en alemán.



Cientos de miles de schneeballen sacados de aquí.
¿Seis semanas? En mi casa nada dulce dura más de tres horas.
Cabe destacar también uso frecuente en repostería y panadería de las poppy seeds (semillas de amapola) en todo el centro y este de Europa. No confundir con the milk of the poppy de Juego de Tronos, freaks. De vez en cuando comprábamos makovník, una especie de bollo relleno de estas semillas que para un tentempié estaba bien bueno. Su versión húngara mákvirág kalács es realmente preciosa.

El imperio austrohúngaro decorando los pasteles. Imagen sacada de aquí.
La bebida.

Durante el mes eslovaco no ha habido nada muy destacable, lo más frecuente que tomábamos era té de numerosas hierbas, agua de menta y cerveza envasada. He bebido rakia pensando que era agua y he maldecido ese momento y al francés que la dejó en una botellita de plástico sobre la mesa común ;)



Teníamos una vajilla tan dispar como bonita.
Visitamos una pequeña brewery en el pueblo Dobrá Niva donde probamos su cerveza, Dobrovar. A mí me gustó mucho. El bareto tenía una terraza agradable y nos tomamos unos cuantos litros entre todos. Hacía un calor impresionante, habíamos andado muchos kilómetros y el ambiente era propicio :)


Si es que no tengo fotos de nada, qué desastre. Esta es la terracita. Sacada de aquí.
En Alemania, al ir con mis amigos (muy) cerveceros, el nivel de exigencia subió algunos puntos. Catamos múltiples cervezas de trigo, tostadas y sin tostar (dunkel y heffeweize) y visitamos las instalaciones de la fábrica de Paulaner en Múnich. Nuestro guía era un tanto informal, llevaba unas cuantas encima, pero la visita estuvo bien. Si vais, hay que reservar antes y no os esperéis algo completamente enfocado al turismo como el museo de la Guinness en Dublin. Se ven partes de la fábrica y se degustan algunas cervezas y pretzel (¡si no se los comen los alemanes primero! Yo me quedé sin).

¿ola k ase? Cabra en huerta de Sekier.
En resumen, porque el post ha sido largo.

Me dejo muchas muchas cosas en el tintero: el trabajo en el huerto, las salchichas alemenas, las ensaladas de patata y repollo (con alcaravea), el borsch, agotar las frambuesas del camino, no probar finalmente ni halušky ni spätzle —no tengo perdón de dios, lo buenos que están los yogures por el mundo adelante y la envidia que me dan los mostradores de lácteos de los supermercados.

Es difícil resumir un mes y diez días de comidas totalmente ajenas a lo habitual. Si habéis leído todo, sois grandes. Agradecer a Moi sus mejillones en escabeche y a María el colacao por acercarme por un momento a casa. Y a todos los demás, el haber compartido mesa y viandas. Porque para mí, pocas cosas hay mejores :-)